Una cinta laminada es aquella que incluye, en uno de sus laterales, un potente adhesivo, con el que sellar, marcar o etiquetar cualquier superficie lisa.
Y su principal característica es su duración y su tolerancia ante toda clase de condiciones. De hecho, están diseñadas para soportar desde temperaturas extremas, hasta luz directa, derrame de líquidos, contacto con otros objetos o superficies, etc.
Pero no todas las cintas laminadas son iguales, ni todas se usan con la misma finalidad. Por tanto, en función de la necesidad a cubrir, podemos encontrar diferentes tipos de cintas laminadas en el mercado:
· Adaptables o flexibles; Su principal virtud es su adaptación a la forma del objeto, por lo que son ideales para colocar en cables, ruedas, superficies cóncavas o convexas, dobleces, etc. De hecho, son muy usadas para el cableado general, por lo que su adaptación a condiciones extremas es, en este caso, fundamental.
· Visibles en todo momento; Su objetivo es que podamos verlas en condiciones de baja visibilidad, por lo que pueden ser reflectantes o fluorescentes. Son muy utilizadas para señalizar objetos peligrosos, donde es necesaria una advertencia permanente sobre el contacto y manejo de los mismos.
· De empresa. Este tipo de cinta laminada tiene como principal objetivo ofrecer una imagen positiva de la empresa que la utiliza, por lo que suelen tener acabados mate, ser metálicas, de diferentes tonalidades y creadas especialmente para los objetos a los que se adhieren.
Pero también pueden estar especialmente diseñadas para adherirse a superficies diferentes, como acero inoxidable, aluminio, cobre, titanio, etc.
· Aseguradoras. Se trata de cintas laminadas diseñadas para identificar objetos que no han sido manipulados previamente, por eso cuando se retiran dejan una marca indeleble en la superficie, indicando se retiró el laminado.
Por eso, aunque una cinta laminada es por definición una cinta “todoterreno”, en la especialización está la clave para su elección.